9 de mayo de 2010

Constructores/as de familias

Algunos de los integrantes de la Escuela Dominical de Betel interveniendo en el "Día de las Familias"

Notas del sermón dominical (9/05/10 - Ignacio Simal)
La Iglesia es la familia de Dios. Todos nosotros somos hermanos y hermanas. De ahí que celebrar el Día de la Familia es celebrar , de alguna manera, el Día de la Iglesia. Debido a ello, la mayoría de los consejos y exhortaciones que la Escritura dirige a la comunidad cristiana son útiles para nuestras familias.
Y construir familia, edificar nuestras respectivas casas, implica esfuerzo. Un esfuerzo realizado desde  el poder que nos confiere el Espíritu de Dios.  Ya que si el Señor no edifica la casa, no edifica la familia, en vano trabajamos (Sal 127).
Ahora bien, construir familia no se traduce en términos de calidad material de vida –sin obviar su importancia-, sino en la creación de un espacio que permita el desarrollo personal de todos sus miembros en un clima de mutua confianza y acogida.
Y cuando digo que el espacio familiar debe posibilitar el desarrollo personal de todos sus miembros, no estoy diciendo que lo asegure. Y creedme si os digo que en el contexto de una familia que pudiéramos calificar de modélica pueden crecer personalidades con un desarrollo negativo y viceversa.
Reitero que la mayoría de los consejos y exhortaciones que la Escritura dirige a la comunidad cristiana son útiles para nuestras familias. Por ello os propongo la lectura de un texto bíblico que es relevante para la misión que tenemos por delante, construir familia. Poco importa que la familia sea monoparental, padre-madre, padre-padre, madre-madre… para nuestro objetivo: crear una atmosfera cordial que posibilite el desarrollo de las personas que conforman el núcleo familiar.
Leamos 2 carta a los Corintios 13:11-14
Hermanos, hermanas, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros. Saludaos unos a otros con beso santo. Todos los santos os saludan.
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros . Amén.“
A través del texto que hemos leído, san Pablo nos enseña que si deseamos construir  una familia que posibilite el desarrollo de las personas que la conforman debemos crear un atmosfera que posibilite la alegría, la madurez, la consolación,  el consenso, la paz, las expresiones de amor y el compromiso con el Dios trino.
Es importante notar que en primer lugar Pablo nos exhorte a la alegría. Que nos rete, sobre todas las cosas, a la construcción de un ambiente que propicie ese “sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores” que denominamos alegría.
No estoy diciendo que todos los miembros de la comunidad familiar estén, en todo momento, como unas castañuelas de contentos, no. Estoy hablando de crear un ambiente donde se promueva la satisfacción de vivir y alejado de esa comprensión de la vida como un valle de lágrimas.
Como cristianos y cristianas tenemos razones para cultivar una alegría sin estridencias, ya que hemos encontrado en Jesús sentido y dirección para nuestra existencia.
En segundo lugar, Pablo, nos dirá que el espacio familiar debe convertirse en un taller de trabajo colectivo donde todo redunde en el crecimiento de sus componentes en madurez y desarrollo personal.
El objetivo es que los componentes de la familia lleguen a gozar de control y autonomía respecto de su propia vida. El objetivo no es crear seres emocionalmente dependientes del entorno familiar, sino personas que viven de pie ante las contingencias existenciales, sabiendo afrontar las diferentes situaciones que la vida les puede deparar.
En tercer lugar, el Apóstol, nos propone la consolación mutua. Los miembros de la comunidad familiar, como cualquier persona, pasan –pasamos- por situaciones no deseadas y dolorosas. De ahí que el segundo reto que se nos propone sea esencial para el buen desarrollo de la familia. Construir espacios de consolación desde la alegría de haber encontrado  el reino de Dios.
El ambiente familiar debe ser el espacio donde acudimos para encontrar consejo, cariño, acompañamiento y sosiego en los momentos en que las tempestades de la vida nos azotan. En la familia podemos guarecernos de las inclemencias del tiempo.
Debemos procurar que el espacio intrafamiliar sea el lugar propicio donde se puedan curar los rasguños y heridas que la vida nos ocasiona. No debe ser un lugar donde se añada dolor al dolor.
Pablo, en cuarto lugar, nos anima a ser de una misma opinión. No anima a cultivar el consenso. El consenso en el seno de la familia se convierte en un marco de referencia que nos concede la gracia de la estabilidad.
Todos gozamos de una personalidad diferente y, en ocasiones, discrepancias de opinión. De ahí que el diálogo sea tan importante y necesario para llegar a consensos donde todos los miembros de la familia se sientan respetados y no transgredidos en su voluntad. La meta es llegar a un entendimiento común de la existencia que permita la libertad responsable por parte de cada uno de los que integran la vida familiar.
Los cristianos y cristianas tenemos una ventaja para lograrlo. Y esa ventaja se llama Evangelio. Es nuestro marco de referencia donde nuestras opiniones y diferencias pueden verse resueltas hasta llegar a tener un mismo sentir y una misma opinión.
En quinto lugar, el sagrado escritor, nos dirá que debemos cultivar la paz.  Si realmente estamos viviendo en una atmosfera de alegría, de consolación y de consenso, la paz es vivida de una forma extraordinaria. La paz se edifica sobre esos pilares.
La paz, como tantas veces se ha dicho, no es ausencia de guerra, sino una realidad social donde todas las personas encuentran lo necesario para experimentar una vida equilibrada y significativa , y donde pueden desarrollar todo su potencial humano.
Cuando una familia encarna lo que denominaríamos una batalla campal entre sus miembros, sea una batalla sorda o explícita, es que se ha convertido en una familia disfuncional. Ya que en algún momento ha perdido, la familia o uno de sus miembros, el norte que el Evangelio nos ha marcado. Acordaos de lo que dice la sabiduría bíblica: “La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor” (Prov. 15:1), y “la ira humana, no obra la justicia de Dios” (Stgo. 1:20).
Las expresiones físicas o simbólicas de amor también son importantes en el ámbito de la familia, nos dirá, en sexto lugar, san Pablo. El abrazo, el beso, el poder tocar al otro simboliza el amor, la aceptación y la acogida de los unos por los otros. Es importante el contacto físico ¿No creéis?
La Escritura nos dirá que debemos saludarnos con el “beso santo”. El “beso santo” simboliza el aspecto de acogida, aceptación y entrega sin condiciones hacia el besado –por eso se le llama santo-. En este momento alguien estará pensando en el “beso de Judas”. Pues bien, mirad un detalle muy significativo. Jesús, nuestro Señor, no rechazó dicho beso, lo cual pudo simbolizar la acogida y aceptación de la persona de Judas como una ocasión para que éste volviera en sí. A veces pienso que un buen abrazo puede posibilitar –en ciertas ocasiones- la resolución de un conflicto.
Para finalizar, la Escritura pone énfasis en la gracia, el amor y la comunión con el Dios trino. Desde la óptica cristiana debemos hacer una triple afirmación: Primera afirmación, sin descansar en la gracia de Jesucristo no se puede construir familia cristiana.; Segunda afirmación, sin fundamentar nuestro amor en el amor de Dios no se puede construir familia cristiana; Tercera, y última afirmación, sin participar en la comunión del Espíritu Santo no se puede construir familia cristiana.
Dicho de otro modo: Los resultados positivos que podamos obtener en la tarea de construir familia es gracia y no salario. No es mérito construir una buena familia. El amor que puedan mostrar los miembros de la familia entre sí se deriva de la experiencia de encuentro con el amor de Dios. No es mérito construir una buena familia. La comunión que pueda existir entre los miembros de la familia es producto de la comunión de todos con el Espíritu de Dios.
Ahora bien con todo lo dicho no estoy afirmando que construir familia a la manera que he expuesto garantice la imposibilidad de dislocación de algunos de sus miembros, pero si garantiza que en ese modelo de espacio familiar se den las condiciones de posibilidad para que no existan dislocaciones familiares masivas.
Si logramos construir un espacio familiar a la manera del que hemos expuesto deberemos exclamar ¡Soli Deo Gloria! ¡Solo a Dios la Gloria!





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