Un pueblo, el haitiano, que lleva años de sufrimiento sobre sus espaldas, exige un frente común de colaboración entre todas las confesiones cristianas para solventar, en la medida de lo posible, su situación. Haití necesita ser reconstruido de abajo a arriba y, para ello, debemos colaborar, codo con codo, todos aquellos que decimos seguir a Jesús de Nazaret o, de lo contrario, los logros seran escasos. Es más, dicha colaboración debe ir más allà de los idearios estrictamente cristianos para adentrarse en el campo de lo interreligioso.
Es hora de pasar del singular al plural. De las políticas particulares a las plurales. De “mi organización” a “nuestras organizaciones”. Sólo así se logrará la reconstrucción de Haití y de todos esos pueblos que no han tenido la “suerte” -maldita suerte- de leer su nombre, aunque sea por pocos días, en la primera página de los diarios más relevantes.
Para finalizar, quiero recordar una vieja parábola cristiana... En ella encontramos a un ser humano malherido y tendido en el camino, y a un samaritano, adscrito a una tradición espúrea para el judaísmo ortodoxo, que se hace cargo de la realidad del malherido y le provee de todo lo necesario para que se recupere. No hay preguntas, sólo hay acciones. Acciones que buscan la reconstrucción de la salud del herido. En este momento todos debemos convertirnos en un “samaritano colectivo” y hacernos cargo de la realidad del pueblo haitiano que está malherido y tendido en el camino. Y esa situación no la puede solucionar una confesión, una organización sola... Exige un plan y una estrategia conjunta. Exige, como mínimo, una colaboración desinteresada de todas las confesiones cristianas en un proyecto común dejando a un lado el complejo de “llanero solitario”. No en vano se dice que la unión hace la fuerza, la fuerza para reconstruir Haití.
Ignacio Simal
Publicado en Visión Mundial: 40 días de oración por Haití

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